El resto es silencio: Normand, Lloyd, Keaton, Chaplin, Fatty y otras sonrisas de antaño en el CICCA

La Asociación de cine Vértigo organiza en junio de 2025, en el CICCA de Las Palmas de Gran Canaria, Fundación La Caja de Canarias, el ciclo «El resto es silencio: Normand, Lloyd, Keaton, Chaplin, Fatty y otras sonrisas de antaño» para rememorar una serie de filmes y artistas del cine mudo.

Los títulos y sus fechas de proyección, en horario de 18:30 horas y con entrada gratuita, son:

Consulta o descarga el folleto: [pdf]

Buster Keaton en un fotograma de “El maquinista de La General” (1926)

El resto es silencio

El cine nunca fue del todo silente. Desde sus mismos inicios, el traqueteo del proyector (ese añorado tren de sombras) acompañaba al haz de luz que se traducía en imágenes en movimiento en la pantalla. La música en directo (el consabido pianista en salas pequeñas, las orquestas en vivo en los grandes espacios o un modesto fonógrafo reproduciendo temas populares en locales más modestos) sirvió, desde esa misma prehistoria fílmica, para enmascarar el retumbante sonido del sucesor de la linterna mágica y potenciar acústicamente la presurosa sucesión de imágenes, dotándolas de dinamismo, emoción, regocijo o congoja. Asimismo era habitual la figura de los explicadores (no conviene olvidar que buena parte de los espectadores no sabían leer o no estaban familiarizados aún con la gramática cinematográfica, en continuo proceso de complejización y depuración), quienes se convertían en figuras reconocidas y seguidas por su habilidad a la hora de transmitir a la audiencia aquello que acontecía sobre la sábana blanca. Pero buena parte de la atmósfera cinematográfica venía condicionada por los propios asistentes; estruendosos, inquietos y comentando a voz en cuello las vicisitudes de los personajes animados por la fantasmagoría.

Decía George Bernard Shaw que “la risa es la distancia más corta entre dos personas”. Y el cine, desde su misma génesis, se convirtió en catalizador de tal aforismo. El generador de un sentimiento comunal, de las carcajadas compartidas como forma de abstraernos (aunque solo fuera por unos minutos) de los sinsabores del mundo exterior. Un receptáculo que actúa como crisol de nuestro impulso irrefrenable a reír al unísono con los espectadores a nuestro alrededor. Un efecto contagioso como respuesta refleja ante cualquier golpe y porrazo que el slapstick elevó al arte casi primigenio del siglo XX. Porque la comedia silente ha sobrevivido a un siglo de cine sonoro, demostrando la pertinacia del humor físico y, paradójicamente, casi opacando las innegables virtudes de otros géneros del cine silente. Podríamos decir que la complejidad emocional del drama, como espejo deformante de nuestra realidad, era el rey, pero las bufonadas han soportado mejor el inexorable paso del tiempo.

Mabel Normand con el director Charles Giblyn en el rodaje de “A perfect 36” (1918), Goldwyn Studio. Cortesía del Barrymore Film Center/Fort Lee Film Commission.

Proponemos, pues, un ciclo que nos permitirá rememorar a algunos de los maquinistas del citado tren de sombras que fue el cine mudo, poniendo el foco en artistas recordados (Harold Lloyd, Buster Keaton, Charles Chaplin), pero también en otros quizá menos presentes en el imaginario colectivo (como “Fatty” Arbuckle o Mabel Normand, por razones muy diversas) y recrear ese ánimo jocoso de una audiencia riendo en sincronía, sin distracciones ajenas a la magia de las imágenes en movimiento. Un pequeño muestrario de títulos que deseamos que resuene estruendosamente en el ficticio silencio de la sala y gane nuevos adeptos a la causa de las risas y de las sensaciones de antaño.